Biografía: Hilda Esperanza Tobar Chacón
Nace en la cabecera municipal de Cabañas, Zacapa, el 21 de enero de 1939, siendo la primera de cuatro hermanos procreados en el hogar de sus señores padres, don José Antonio Tobar Portillo y doña María Chacón Pinto, originarios estos, de Huité y Chispán, Estanzuela, Zacapa, respectivamente. Pasa su infancia y parte de la adolescencia en su pueblo natal, viviendo en condiciones de mucha pobreza ayudando en las labores domésticas y agrícolas a sus humildes y laboriosos progenitores.
En 1958 y luego de haber cursado la educación primaria en la escuela pública de Cabañas, es enviada por sus señores padres con mucho esfuerzo económico a estudiar a la Escuela de Enfermería de Quetzaltenango, permaneciendo en aquella ciudad altense por espacio de dos años, graduándose de Enfermera Auxiliar y trasladándose a finales de 1959 a trabajar al Hospital Nacional de Retalhuleu, iniciando ahí su largo peregrinar en el campo de la salud pública, permaneciendo en ese nosocomio hasta finales de 1962. Entre 1963 y principios de 1966, presta sus servicios profesionales en el Sanatorio Privado Nuestra Señora del Pilar de la ciudad capital de Guatemala, haciendo un breve receso en su trabajo al viajar a su pueblo natal para contraer matrimonio civil y religioso con el teculuteco Efraín Baltazar Paz y Paz, el 2 de febrero de 1964, aprovechando ese tiempo vacacional para trabajar ad honorem en el centro de salud de la localidad específicamente en el área de maternidad, naciendo aquí su verdadera vocación por la atención de partos.
Por azares del destino pierde a su primer hijo fruto de su reciente matrimonio, el 27 de octubre de 1964 por parto prematuro perinatal (fallece adentro de vientre materno) a quién bautizó con el nombre de Eduardo Antonio Paz Tobar, compensándola Dios de tan dolorosa pérdida algún tiempo después con el nacimiento de su hija Delia Esperanza, el 21 de febrero de 1966. El 12 de mayo de ese mismo año regresa a Cabañas contratada por el Ministerio de Salud Pública a trabajar al centro de salud que en ese entonces se encontraba ubicado a un costado de la municipalidad, desempeñando eficientemente el oficio de comadrona. El 11 de septiembre de 1969 nace su tercer y último hijo a quien llamó Mario Efraín, a petición de la pequeña Delia Esperanza. El 30 de julio de 1972 nuevamente la desgracia y el dolor hacen presa de ella a perder a su esposo en un accidente automovilístico en la aldea San José, Teculután, Zacapa, teniendo que bregar sola en la vida desde ese trágico momento, realizando el doble papel de madre y padre a la vez, apoyada siempre por sus padres, resultándole sumamente difícil cumplir tan dura tarea familiar al ser en ese tiempo, la única persona responsable del área de maternidad de ese centro asistencial.
Sin descanso alguno y trabajando las 24 horas y los 365 días del año, exceptuando los 15 o 20 días hábiles de vacaciones anuales que le daban, según fuese el jefe en turno, desarrolla esa labor por espacio de 16 años consecutivos. De enero a julio de 1974, permanece en el Instituto de Adiestramiento de Personal de Salud (INDAPS) de Quiriguá, Los Amates, Izabal, especializándose en el área materno-infantil. El 20 de octubre de 1974 pierde a su señora madre a causa de un fulminante infarto que acaba con su vida de manera inesperada, indescriptible dolor que vuelve a experimentar el 21 de mayo de 1983 cuando a causa de una prolongada enfermedad cardiovascular fallece su señor padre, ambos decesos en su domicilio.
La fría y oscura madrugada del miércoles 4 de febrero de 1976, al haber pasado toda noche trabajando en el centro de salud en la atención de partos, salva la vida de su señor padre y de sus dos hijos, al llegar a su casa de habitación a las tres y veinte de la mañana cuando todos dormían, aproximadamente diez minutos antes de que ocurriera el mortal terremoto que por su furia destructora acabó en unos cuantos segundos con la vida de trece cabañecos, derribando totalmente la mayoría de las endebles viviendas de adobe y bajareque de la cabecera municipal incluyendo la suya, actuando rápidamente y sacando a sus seres queridos a un lugar seguro y alejado del peligro. En el campo laboral por fin recibe un leve alivio a su esclavizante labor de comadrona, al iniciar con sus compañeras de trabajo una rotación en turnos de 24 por 48 horas en la maternidad, tocándole subir a lomo de mula y de caballo a las aldeas más lejanas y de difícil acceso del municipio a efectuar campañas de vacunación, cuando no estaba asignada a la sección materno-infantil.
Seño Hilda, como cariñosamente se le conoce, trabajó incansablemente en el Ministerio de Salud Pública durante largos 34 años, 27 de los cuales fueron en su amado Cabañas, alcanzando durante ese lapso de tiempo la cifra record de un poco más de 5,900 partos atendidos, gran parte de ellos con mujeres del municipio y de los pueblos cercanos al mismo, haciéndolo con sumo esmero y total vocación de servicio, logrando entre estos, la atención de un parto de trillizos y trece o más partos gemelares, todos en condiciones normales de alumbramiento y con la total satisfacción de recibir con vida y saludables a los bebés.
En julio de 1993 decide poner fin a su carrera de enfermera y comadrona, luego de vivir y experimentar múltiples y dañinos desvelos y miles de sacrificios y limitaciones económicas para brindarles estudio a sus hijos y verlos hechos unos buenos profesionales ambos en la carrera docente, lográndolo con Delia Esperanza, el 28 de octubre de 1984 en el INSOL de la ciudad de Antigua Guatemala, Sacatepéquez y con Mario Efraín, el 31 de octubre de 1990 en el INVO de la Perla de Oriente, Chiquimula, obteniendo por parte del gobierno central su merecida jubilación, recibiendo por esto un mísero e injusto sueldo mensual que apenas le alcanza para subsistir modestamente. El 25 de febrero del 2007, fallece su hermano Abraham Tobar Chacón a causa una rápida y mortífera enfermedad terminal, duro golpe que minó sus fuerzas y deseos de vivir al perder a la persona con quien creció y compartió toda clase de sucesos cotidianos al radicar ambos en la cabecera municipal de Cabañas.
Actualmente transcurre su vida alternado su presencia y estadía entre su natal Cabañas y la ciudad de San Pedro Sacatepéquez, San Marcos, disfrutando de la compañía y el inmenso amor de sus dos hijos y sus cinco nietos, gozando de la estima y el reconocimiento de la población cabañeca y personas de pueblos vecinos, quienes aún ven en ella a la segunda madre de miles de infantes, que vieron por primera vez la luz del mundo cobijados entre sus cansadas y sudorosas manos, siendo para su familia y amigos, el mejor ejemplo de vida a seguir, llena de sacrificio, honestidad, responsabilidad y servicio social, pudiéndose resumir su loable labor con la frase “Seño Hilda, la eterna comadrona de Cabañas…las manos de la vida”.
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